Educación Democrática

13.12.2013 18:20

Una verdadera educación democrática implica superar cualquier forma de coacción, eliminando todo tipo de factor externo que impida que cada uno llegue a ser el que realmente es. No es dirigir o encauzar, sino más bien dejar crecer, no imponer sino impedir, modificando el medio y el entorno social para favorecer una mayor justicia social.

 

Llegar a ser el que “somos” (como modelo de ciudadano ideal) exige un amplio programa de reformas sociales para reducir las desigualdades de partida (económicas, culturales, familiares, ambientales, etc.). Por ello, “socialización”, como hacernos según las pautas y las opiniones dominantes, es una forma de encadenamiento y degradación. “Esclavo es aquel perfectamente encajado en la sociedad”, afirma el profesor Sotelo en su texto Educación y Democracia.

 

Educar es, en cierto modo, protegernos de la socialización. Hacer al ser humano libre, crítico y responsable para la convivencia (como libertad moral, no libertad natural o egoísta, que permita asumir la perspectiva del otro). Educar, desde este prisma, consiste en salvar al individuo de las influencias perversas que provienen de la socialización, para abrirle a la comprensión y a la obediencia de la voluntad general. A su vez, para que la educación supere la socialización, la educación debe superar también a la mera instrucción, en definitiva, aprender a pensar por uno mismo.